viernes, 11 de noviembre de 2011

dibujando

Quiero escribir sobre un obseso. Es lo que me pide el cuerpo, cada vez que escribo un email o hasta la lista de la compra, en realidad estoy no escribiendo sobre mi obseso. Tengo miedo de asustarla. Ya ha descubierto algunas de mis manías más obvias, como no pisar los dibujos de las baldosas, si me choco con algo, inmediatamente me doy un golpe de la misma fuerza en el lado simétrico del cuerpo, el movimiento de mi boca y nariz ante cualquier cosa que me disgusta y mis miradas inacabables sin pestañeo.

Me dijo que le inquietaban mis tics pero que había oído que mientras la gente duerma mucho y ría la salud mental está asegurada. Así que finjo dormir nueve horas por la noche y largas siestas después de comer, mientras sigo dibujando a mi obseso. Con la risa es más difícil, siento la obligación de reírme ante cualquier situacion y estoy empezando a olvidar qué era lo que me hacía gracia.

Se me han ido ocurriendo dos maneras de abordar el problema, al principio pensé en escribir con seudónimo, pero me perdería la presentación, la firma de libros y mi foto en la contraportada. Después pensé en crear un personaje parecido a mí con los mismos gustos musicales y es posible que hasta le condene a la cojera que tanto me acompleja. Así mi obseso resultará totalmente ajeno. Podría comprar algún libro sobre comportamiento obsesivo- compulsivo y dejarlo en la mesa en la que escribo, dando a entender que del mundo de los pirados no tengo ni idea.

Pero la verdad es que está aquí, más que crear al personaje, le voy quitando las capas de ropa según me voy atreviendo. Ya no puedo ocultar que mi obseso siente la necesidad de escribir sobre un obseso.

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