jueves, 1 de diciembre de 2011

dying without getting bored

Cuando veo Bored to Death o una película de Wes Anderson pienso en la paternidad. La relación que tienen con sus personajes me parece de un amor incondicional y por tanto paternal. De todas las canastillas de la planta de maternidad, escogieron a los perdedores. Son incapaces de levantarles la mano o intentar cambiarlos, solo esperan a que encuentren su sitio. Entonando un muerte al pragmatismo, se darán ostias, naufragarán pero la mansión Tenembaum siempre será un refugio, y Ted Danson es el padrino que justificaría un bautizo.

Es el triunfo en la melancolía, es la sonrisa que solo tú entiendes, es el gozo en la lucidez, es reír en una interminable adolescencia. No sabes que pasará mañana pero seguro que no se convertirán en supervivientes, ni escalarán la pirámide Maslow ni dejarán sus micro Nunca jamás rodeado por el crudo mundo que les resulta ajeno.

Sería incapaz de decir si son obras maestras o bobadas, están demasiado cerca. Son como mi almohada y mi mochila no sé si son caras, bonitas o si ni siquiera huelen bien. Pero tienen los mismos kilómetros que yo.

Jonathan Ames y Wes Anderson, como Malick hacen lo que les apetece. Si te gusta, lucky you. Hacerlo de un modo cercano, comprensible, que no apreciable, para todo el mundo, es la excelencia con Chuck Taylor.

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