domingo, 30 de octubre de 2011

algo divertido que nunca volveré a hacer

Cocinado durante días, con olor a premeditado. Así fue el último plato que cocinó para mí. En realidad también fue el segundo. Siguiendo nuestra relación como el juego del sube y baja, ella arriba y yo abajo intentando impulsarme para subir, solo que el juego no estaba pensado para nosotros, era para niños y ella podía fácilmente estirar las piernas e impedirme el salto. Decía que siguiendo esta trayectoria las primera cucharadas del plato me las metí en la boca sin apetencia, aunque sin saber lo que realmente era. cuando ya solo quedaba el fondo del plato sopero mis papilas y mi intuición comenzaron a reconocer lo que era. Me acababa de zampar una original y generosísima receta de la ruptura. Tenía los ingredientes típicos pero además los añadidos para que el apático y pastoso sabor de la tristeza pasara por sucedáneo de la enérgica y picante rabia y cabreo. Para que fuera yo quién pudiera llevarse la pequeña gloria de decir se acabó.
Poder contar que no me han dejado, por favor, la dejé a ella. Tal vez añadiendo lo desolada que la dejé, que me juró que ninguna otra mano la tocaría jamás. Para mí estaba conviertiéndose en un compromiso más que otra cosa. El sexo estaba bien, pero a veces tenía la impresión de que me follaba para robarme besos y el pequeño porcentaje de ternura de mi golpe de cadera. Menos mal que ante todo soy un tío concienciado, y que sé lo injusto que sería para el resto de mujeres pasar demasiado tiempo con una.

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