Tenía los
bolsillos llenos de semillas dispuesto a plantarlas con todo el amor del mundo
en un suelo que nada bueno puede dar. Pensaba hacer el huerto a una cierta
distancia de la central, construir un muro de cáñamo para protegerlas.
Podrían haber
sido unas bellas lechugas, grandes como elefantes, verdes fosforitas. Pero probablemente
provocaran la muerte al primer mordisco.