viernes, 27 de enero de 2012

planificando el azar

No podías ser algo planificado. Me apetecía tenerte, no para sentirme orgulloso, no para que justificaras los madrugones. Casi todas las demás razones me valen.
Empecé por dejar los preservativos en la caseta del jardín, así que tenía que bajar las escaleras, salir en plena noche en calzoncillos y a tientas encontrar el sobrecillo plateado. No fue suficiente, salvo algún calentón esporádico bajaba.
Después empecé a esparcer los condones en la mesa y con los ojos vendados daba 20 puntadas, esperando oír el crujido del plástico atravesado. Tampoco funcionó.
Se me acababan las ideas para planificar el accidente. Como anticipo a lo que vendría parecías querer que diera mi brazo a torcer, que me rindiera, pero cuando estaba a punto de empezar a planificar las noches de amor en función del ciclo menstrual de tu madre cediste. Preservativos marca Family Man, última caja del supermercado, domingo de resaca, Bob Esponja en la tele, látex roto.

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